martes, 21 de marzo de 2017

INSTITUCIONES ¿SIRVEN DE VERDAD?

La semana pasada se celebró en Madrid la 109 Asamblea Plenaria de la CEE.

Como es habitual se abrió con el discurso inaugural de su presidente Don Ricardo Blazquez, Cardenal-arzobispo de Valladolid, que en la misma asamblea seria reelegido por sus hermanos obispos para otro trienio, a pesar que solo le queda un mes para cumplir la edad de setenta y cinco años,  a la que los obispos deben presentar su renuncia ante el Papa. El largo discurso institucional comenzó, como es de rigor y educación, con los saludos a cardenales, arzobispos y obispos, al nuncio de Su Santidad en España, a los obispos de nueva incorporación, al electo de Plasencia, Don José Luís Retana (que estaba presente en la asamblea aunque aún no forme parte de ella), y a los administradores diocesanos (de las sedes vacantes) “que junto con los colegios de consultores se han ocupado con generosidad y entrega del gobierno pastoral respectivo de las mencionadas diócesis”.

Agradezco a Don Ricardo este cortés saludo en lo que me toca, pues soy miembro del colegio de consultores de nuestra diócesis, aunque a decir verdad lo considero del todo inmerecido, pues la “generosidad y entrega” de nuestro “colegio” (en latín "coetus consultorum") se ha reducido a la mínima expresión, limitándose a la elección del Administrador Diocesano, verificada con toda diligencia el pasado 29 de mayo, al día siguiente de tomar Don Amadeo posesión de la diócesis jiennense. Aquella fecha supuso el cenit y el ocaso del mismo "colegio".

Fruto de la Eclesiología del Concilio Vaticano II, contenida sobre todo en Lumen Gentium 28 y Presbyterorum Ordinis 7, nacieron los “Consejos Presbiterales”, organismo obligatorio en todas las diócesis que manifiesta de forma visible la comunión jerárquica entre el obispo y su presbiterio,  pues si es al obispo al que se le confía apacentar la porción del Pueblo de Dios de su diócesis, esto no lo puede llevar a cabo sin la colaboración de los presbíteros, “a quienes deberá oír como cooperadores y consejeros” (CIC 384)

Ciertos miembros del Consejo Presbiteral, elegidos –permítaseme la expresión-  “a dedo” por el obispo, forman el llamado “Coetus Consultorum” (Colegio de Consultores) que no es otra cosas que un grupo de sacerdotes más reducido que el Consejo Presbiteral, y por ello mas fácil de convocar para tratar asuntos más reservados, y sobre todo para garantizar en periodo de sede vacante, el gobierno de la diócesis, una ordenada sucesión, y dar su opinión en los temas más importantes, pues al contrario del Consejo Presbiteral, que se disuelve en sede vacante, el Colegio de Consultores mantiene las prerrogativas que en sede plena corresponden al primero. Es cierto que el Código de Derecho canónico regula su constitución, naturaleza y configuración con suma parquedad, (fundamentalmente en un solo canon), pero sin embargo este "coetus" goza de unas competencias importantes para el gobierno de la diócesis, ya sea en sede plena (con obispo), o mientras la diócesis está vacante, como es el caso de la nuestra.

Si esta es la doctrina clara, nacida al calor del Concilio Vaticano II, y expresada en el directorio “Apostolorum Sucesores”,  la realidad –y hablo desde mi experiencia- ha sido del todo diferente en este periodo de sede vacante en el que seguimos en nuestra diócesis hasta el próximo 24 junio. Simplemente el "coetus" no ha recibido ninguna misión o encargo que haya puesto a prueba "la generosidad y entrega" que  Don Ricardo, en su saludo, supone compartida.

Por eso no deja de ser llamativo el que mientras en los documentos oficiales, directorios, planes pastorales, homilias...  se nos hable hasta la saciedad de una Iglesia que quiere ser “de comunión”, “sinodal” y “corresponsable”, un periodo de sede vacante propicie de alguna manera en las diócesis una especie de “vacío” en el que un administrador diocesano, elegido por sus propios hermanos de presbiterio, necesite menos “comunión presbiteral” que un obispo que, por derecho, requiere del consejo de sus presbíteros para el ejercicio de algunas obligaciones de su alto ministerio, y prescinda de lo que la Iglesia tiene previsto en su ordenación jurídica para el bien del Pueblo de Dios, que es la finalidad de todo gobierno y autoridad en la Iglesia.

Son aparente contradicciones que a veces hacen poco creíble el mensaje que intentamos transmitir.

De todas maneras, gracias Don Ricardo porque sus palabras confirman que la doctrina sigue vigente tal como algunos creemos que debe ser entendida, y que la Iglesia, al menos en la teoría, quiere seguir siendo un misterio de comunión.


Juan Manuel Miguel Sánchez
Miembro del Colegio de Consultores de la diócesis de Plasencia
Párroco de Santa María de Don Benito

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